lunes, 21 de marzo de 2011

Femme fatale


Parece que no, pero algún día dejaré de ser tu puta musa y escribirás para otra. Y aún no sé si eso me gustará o me dolerá, pero supongo que a la larga me pasará como contigo, me dará igual. Y lo vivido que no me lo quite nadie, porque nadie te ha roto el corazón antes que yo, porque he sido tu primera obsesión seria, si es que alguna vez te has tomado algo con seriedad. Porque he sido la primera que te ha hecho sudar. He sido la primera. Y, te guste o no, voy a seguir siendo esa pequeña marca de dolor con labios rojos en tu historial amoroso. Te guste o te duela, voy a estar ahí, enredándome en tu pelo y enredándote en mis piernas, hilando fantasías de nostalgia en tu cabeza. Voy a seguir ahí. Siempre. Ya lo verás... Mientras tanto, cuídate, cuida esos restos que quedan de ti que dejé envueltos en lágrimas, esos restos que otras acabarán devorando.

Besos,

Dana.



Judith, Marzo 2011.

martes, 8 de marzo de 2011

Un lugar*


En mí sigue habiendo un lugar que me llena. Está en el invierno de tus manos, donde nace la nieve con la que fantaseo todos los veranos...
Es un lugar bañado de luz... cubierto de sueños, de fantasía, de nieve en verano y de calor en inviernos dulces. Un lugar tan hermoso y utópico como tus manos, las únicas poseedoras del suficiente buen gusto para haberlo creado, solo para mí. Las únicas capaces de tejer mis fantasías a juego con el color de tus pupilas...

Judith
Marzo del 2011.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Fantasía III: A veces...aún bailo bajo la nieve


Cuando era joven, cuando era bella y mis labios todavía eran rojos. Entonces la vida me envolvía. Las sonrisas… todavía las recuerdo. Los vagos destellos que todavía permanecen en mi memoria de la hermosura de mi juventud… siguen conmigo. Al igual que tú.
Tú me tocabas el cabello con tus manos, esas manos que tanto me gustaban. Me enredabas el pelo jugando con él a tu antojo…
Recuerdo tu sonrisa, siempre dulce en tus labios…
Recuerdo tus ojos transparentes y, a la vez, penetrantes… como si, al mirarme, pretendieran averiguar mis más profundos secretos, los secretos que expresaban los sueños de mi corazón.
Debo reconocer que, cuando la nostalgia me invade, salgo al jardín a soñar y, si es verano, bailo bajo el cálido sol de la tarde; si es otoño, bajo las hojas frágiles que caen secas de los árboles; si es primavera, sobre las flores perfumadas… Pero cuando es invierno, cuando el frío ha envuelto los cuerpos y las almas, cuando el hielo abraza las vidas… entonces bailo bajo la blanca nieve que cae de los cielos, de cielos como tú.
Y echo de menos todo aquello. Echo de menos la blancura de la nieve, los sueños de amor… Te echo de menos a ti y nuestra vida juntos. Echo de menos la juventud de la felicidad eterna.

Judith Vindel Sáez

jueves, 24 de junio de 2010

Fantasía I: Alma

Alma es una mujer hermosa. Una mujer transparente que sueña y se enamora, una mujer que sufre, una romántica. Alma es una mujer libre que ama, llora, sueña, crece…
En tiempos en los que el amor desgarra, ella se ilusiona. En días en los que el amor duele, ella crea efímeras esperanzas que romperá el paso del tiempo rasgando sus frágiles sueños anhelantes de luz.
Alma todavía recuerda el mundo desde sus ojos de niña y desea volver atrás, a aquellos soleados días de infancia en los que creía en todo sin saber apenas nada. Cuando eres una niña y te encuentras en ese mundo precioso del “descubrirte”, de conocerte e ir creando el deseo de ser la mujer que has elegido ser.
El amor, ese extraño concepto tan hermoso y dulce para unos… y tan oscuro e hiriente para otros. Esa incorpórea esencia que todos llevamos dentro y que nadie nunca supo doblegar. Ese animal salvaje sin leyes, sin piedad para sus siervos… Tan implacable y devastador para las almas humanas como lo es la tempestad para los castillos de arena.
“Ser libre”. Ese es el sueño de Alma. Desde que era pequeña y tenía uso de razón anhelaba con todo su ser la libertad. “La libertad y el amor deben de partir de la misma esencia” suele pensar. La libertad, al igual que el amor, es un estado pasajero del alma y, cuando deja de serlo, se convierte en un ideal, en un imposible que únicamente el simple deseo de alcanzarlo nos invita a caminar y a seguir viviendo forjando nuestros sueños en la esperanza y en la ilusión.
Alma debe haber sido engendrada con esa misma esencia. Con ese algo especial que la convierte en magia.

Judith, 21 de Junio, 2009

jueves, 11 de marzo de 2010

Deseo de amor

“Aunque haya perdido a mi estrella sé que siempre te tendré para guiarme…

Aunque sienta miedo a la soledad… siempre me quedarán tus palabras susurrándome

al oído…

Cuando el amor gana la guerra nada está perdido… nada está perdido”



Despuntaba el alba cuando se empezaron a oír las primeras notas de la obra del miedo,

del terror…

Una cadencia: la del dolor, siempre acompañada por un coro de voces inocentes

llorando y gritando, más tarde reducidas como melodías tristes y apagadas… Un coro

que sólo se detenía cuando llegaba a esa inevitable coda final llamada Muerte.

Fue entonces cuando María despertó y, desde la ventana más próxima a su

alcoba, vislumbró un amanecer frío y lluvioso de abril.

María no veía un amanecer hermoso desde sus nueve años, y no se debía a que la lluvia

y el frío no dejaran paso al sol y al calor, sino a que, desde que estalló la guerra, los

lamentos y llantos de las personas que la sufrían formaban el acompañamiento de unos

interminables, tristes y solitarios amaneceres.

Años más tarde, María dejó su niñez y, con ella, su inocencia quedó atrás.

Se convirtió en una joven de mirada tímida, pero dentro de ella se escondía un misterio,

pues tenía algo que no dejaba indiferente a nadie. Ella era una mujer humilde, y el deseo

de todos los hombres y, también, de muchas mujeres de aquel reino en guerra, quienes

la acosaban constantemente.

Hubo tantos jóvenes que llegaron a enfermar de amor por María, que pronto comenzó a

haber cierto recelo hacia ella. Unos la temían y otros la adoraban, pero todos y cada uno

de ellos la consideraban la personificación del amor. Y eso es lo que era. María era el

deseo y el amor hecho mujer, era la magia que todos anhelamos encontrar en nosotros

mismos.

Entonces llegó un día inesperado. La guerra se cobró un centenar de vidas inocentes.

Aquel día emanaba muerte, aquel día las espadas chocaban interpretando estridentes

baladas de desamor y, como de costumbre, gritos y alaridos componían el

acompañamiento.

Por enésima vez se asomó María a su ventana. Comenzó a llorar ante el horror de

aquellos días. El amor estaba herido…

Entonces María no dudó, secó sus lágrimas con la manga de su vestido y se dirigió al

infierno de aquella batalla.

Llegó la joven al corazón de aquel fragor de espadas. Los caballeros, los

asesinos…todos comenzaron a mirarla conmovidos. Aquella belleza sin dueño cautivó

las almas de los soldados, quienes no veían algo hermoso desde hace años.

De repente pasó algo inesperado, los soldados tiraron las espadas y los llantos de horror

desaparecieron… El amor se encontraba personificado en una dama de ojos claros.

La guerra terminó.

Tiempo más tarde las gentes del reino que tanto amaron a María comenzaron a

desconfiar... Empezaron a llamarla bruja. Sufrió humillaciones, la acusaron pensando

que una belleza como la suya, capaz de acabar con el horror de una guerra,

sólo podía haber sido engendrada por el mismo diablo.

Poco tiempo después de estas acusaciones María fue entregada a la Inquisición.

Llegó el final, la Inquisición dictó la sentencia de María. Sería condenada por realizar

actos de brujería, y quemada en la hoguera.

Aún quedaba en el reino una minoría de jóvenes soñadores que pensaban en la injusticia

que iban a llevar a cabo con la joven, pero los demás la ignoraban y preferían quedarse

al margen de lo que hiciera la Inquisición y de cómo lo hiciera.

El día preparado para el asesinato, lo que antes llamaban “hacer justicia”, se presentó

cargado de nubes grises que infundían una tristeza profunda e incontenible.

María sentía que el viento le cantaba al oído las canciones que le hicieron soñar cuando

era una niña y, mientras la dirigían al quemadero, comenzó a escuchar los sonidos de su

canción… en su mente…

“Aunque haya perdido a mi estrella sé que siempre te tendré para guiarme…

Aunque sienta miedo a la soledad… siempre me quedarán tus palabras susurrándome

al oído…

Cuando el amor gana la guerra nada está perdido… nada está perdido”




Una vez estuvo María atada al madero desde el cual presenciaría su propia muerte,

el inquisidor pronunció unas palabras en las que acusaba a María de ser una bruja.

Unos minutos después el fuego comenzó a devorar el cuerpo de la doncella… Ella

gritaba… pero ya nadie quería escucharla.

Traicionaron a María como se traiciona al mismo amor. Esta historia sólo refleja lo

que nosotros hacemos con el amor… lo ignoramos, prostituímos “te quieros” que

muchas veces carecen de sinceridad, e incluso lo olvidamos a pesar de que él nos hace

vivir.

Todos y cada uno de nosotros somos una fuente de amor, y emanar este sentimiento es

satisfacer su deseo. Ignorarlo sería abandonarlo a su suerte, para más tarde acusarlo de

brujería y quemarlo en una hoguera.

No habrá otro amanecer triste, gris, solitario… si nos queda el deseo de amor.


NARRATIVA, abril 2007, Judith

lunes, 26 de octubre de 2009

Y quise ser como una flor...y abrigar mi perfume en tu boca...

http://www.youtube.com/watch?v=_4Dc_0ChNMk